Por Alberto de Belaunde / Publicado en el diario Correo
Son innumerables las lecciones que dejan la emergencia en el Perú. Quizás la más importante es la relacionada a las prioridades de nuestro modelo de desarrollo. Especialmente a la forma en que, por años, se ha pretendido separar el crecimiento económico del bienestar social y medioambiental. Lamentablemente, todavía muchos no comprenden que un crecimiento que depreda la naturaleza es insostenible, nos expone a nuevas amenazas y compromete nuestro destino.
Esta semana hemos sido testigos de dos ejemplos claros de esta falta de visión. En primer lugar, el caso de Paracas. Un terminal portuario ubicado en el área de amortiguamiento de la Reserva Nacional que, insólitamente, quiere ser ampliado para instalar un almacén de material minero. Esto implicaría que cientos de camiones transiten con minerales a través de la zona protegida, poniendo en grave riesgo el equilibrio ecológico y los servicios ecosistémicos del área.
El segundo ejemplo es el Acuerdo de Escazú, un tratado internacional pionero sobre acceso a la información, la justicia y la participación pública en materia ambiental. El Perú lo firmó en 2018 y ahora el Congreso debe ratificarlo. Sin embargo, se ha orquestado una agresiva campaña de desinformación para bloquearlo, a la que lamentablemente se han sumado los principales gremios empresariales del país.
Para acabar con la falsa dicotomía entre medio ambiente e inversión, y avanzar hacia un nuevo paradigma de desarrollo, es impostergable un cambio de actitud en el sector privado. Necesitamos liderazgos con paradigmas renovados, que más que preocuparse por ser los mejores empresarios del país, se concentren en ser los mejores empresarios para el país. El tiempo se está agotando.
Foto: Agencia Andina